Lunes, 16 de junio de 2008. 19:40
Vacaciones. Estoy sentada en el suelo, en medio del poco sol que entra por la ventana. En el ordenador, suena Brian McFadden. Tengo a Gaia dormida en la falda. Busca mi calor para dormir. De vez en cuando, tiembla o suspira. La huelo. Me gusta el olor a cachorro. Toco cuidadosamente este cuerpo tan pequeño, tan frágil, y le juro que nunca se quedará sola. Parece que me entienda. Se mueve un poco, justo lo suficiente para apoyar la cabeza en mi brazo. La aparto para continuar escribiendo. Siento que su cuerpecito me transmite calor. Con mucho cuidado, la levanto para dejarla en su camita. Se despierta, abre los ojos y me mira, pero no se queja. Ahora apoya la cabeza sobre un perrito de peluche, el mismo que hace un rato ha intentado descuartizar. Duerme.
Llegó ayer a las 19:30, con un mes y cuatro dias. La estuve esperando todo el dia. A medida que avanzaban las horas me ponía más y más nerviosa. Por fin vería a mi cachorrita. Y cuando por fin la tuve en brazos... cuando me lamió por primera vez... sentí que el mundo giraba a su alrededor.
En las 24 horas que llega conmigo, ha jugado, comido, bebido y dormido. No tiene miedo, no parece que eche de menos a su madre ni a sus hermanos... llora solo por salir de la cama y jugar. Dama la ha aceptado bien, incluso juega con ella, aunque un cachorro nunca se cansa de jugar... y Dama sí. Entonces le gruñe, y Gaia capta el mensaje y cambia de objetivo.
Ahora se ha despertado, y mira la pantalla. Parece que esté leyendo... parece que sepa que escribo para ella.