Cuidado con el collar de ahogo en casa
Cuidado con el collar de ahogo en casa
Estos días se está hablando en varios posts sobre el collar de ahogo, y me he dado cuenta de que nunca os he contado esto.
Ya sabéis que yo para los míos uso collar de ahogo. Ahoro lo uso sólo para pasear, pero antes se lo dejaba puesto durante el día, como collar habitual: se lo ponía por la mañana y se lo quitaba por la noche. Pero os diré por qué se lo dejé de poner en casa.
El invierno pasado, un día, estábamos comiendo en la sala, un grupillo de gente, y Sira estaba dormida en su colchón, en mi dormitorio. Había un poco de jaleo en la sala, así que yo no oía nada, pero sí me fijé que Chico no hacía más que entrar y salir de la sala, nervioso, como si viniera a buscarme. Al final me levanté y, al salir, escuché un ruido raro que venía de mi habitación, como un grito estrangulado.
Fui para allá, me asomé, y encontré a la pobre Sira con la lengua toda morada, los ojos desorbitados y prácticamente estrangulada con el collar. Al lado de su colchón están los tubos de la calefacción, y en uno de ellos había una abrazadera con un tornillito: entre el tornillo y la pared había un huequito diminuto, por el que a mí no me cabía ni la punta del dedo meñique. Pues bueno, no me preguntéis cómo, pero la arandela del collar se había metido por ahí y se había enganchado por debajo del tornillo. Ella había empezado a tirar, se había puesto nerviosa, había tirando más, se había puesto más nerviosa... Cuanto más nerviosa se ponía más tiraba, y ya no podía ni respirar.
A mí me entró un subidón que no veas: pensaba que se me moría allí mismo, y no sabía cómo c*j*ones soltarla. Intentaba que se tumbara para que el collar no la ahogara tanto, pero ella estaba tan histérica que no conseguía ni doblarle las patas. Intenté soltar la arandela, pero no salía: se había encajado en el huequito del tornillo y no se movía de ahí. Y ella mientras tanto lanzando unos gritos rarísimos y desesperados: aullaba, pero sin que le saliera casi la voz. Al final, no sé cómo, conseguí empujar la arandela lo suficiente como para que se desenganchara y se soltara (eso sí, me arranqué media uña en el intento).
No sé qué habría pasado si no hubiera habido nadie en casa en ese momento y la perra hubiera estado sola -- y la verdad es que prefiero no saberlo. Cuando por fin la solté, aparte del dolor de garganta que debía tener, la pobre tenía una herida de unos diez centrímetros en toda la parte delantera del cuello: el collar le había apretado tanto que le había arrancado la piel de ese trozo.
Evidentemente, lo primero que hice fue quitarle el collar, y quitárselo también a Chico, y meter los dos en el cajón de las correas. A partir de ese momento, el collar de ahogo sólo para pasear.
Eso sí, si antes de eso alguien me hubiera dicho que podía pasar algo semejante, le habría dicho. "'amos anda, ¿engancharse el collar en ese minihuequito? Tú alucinas".
Ya sabéis que yo para los míos uso collar de ahogo. Ahoro lo uso sólo para pasear, pero antes se lo dejaba puesto durante el día, como collar habitual: se lo ponía por la mañana y se lo quitaba por la noche. Pero os diré por qué se lo dejé de poner en casa.
El invierno pasado, un día, estábamos comiendo en la sala, un grupillo de gente, y Sira estaba dormida en su colchón, en mi dormitorio. Había un poco de jaleo en la sala, así que yo no oía nada, pero sí me fijé que Chico no hacía más que entrar y salir de la sala, nervioso, como si viniera a buscarme. Al final me levanté y, al salir, escuché un ruido raro que venía de mi habitación, como un grito estrangulado.
Fui para allá, me asomé, y encontré a la pobre Sira con la lengua toda morada, los ojos desorbitados y prácticamente estrangulada con el collar. Al lado de su colchón están los tubos de la calefacción, y en uno de ellos había una abrazadera con un tornillito: entre el tornillo y la pared había un huequito diminuto, por el que a mí no me cabía ni la punta del dedo meñique. Pues bueno, no me preguntéis cómo, pero la arandela del collar se había metido por ahí y se había enganchado por debajo del tornillo. Ella había empezado a tirar, se había puesto nerviosa, había tirando más, se había puesto más nerviosa... Cuanto más nerviosa se ponía más tiraba, y ya no podía ni respirar.
A mí me entró un subidón que no veas: pensaba que se me moría allí mismo, y no sabía cómo c*j*ones soltarla. Intentaba que se tumbara para que el collar no la ahogara tanto, pero ella estaba tan histérica que no conseguía ni doblarle las patas. Intenté soltar la arandela, pero no salía: se había encajado en el huequito del tornillo y no se movía de ahí. Y ella mientras tanto lanzando unos gritos rarísimos y desesperados: aullaba, pero sin que le saliera casi la voz. Al final, no sé cómo, conseguí empujar la arandela lo suficiente como para que se desenganchara y se soltara (eso sí, me arranqué media uña en el intento).
No sé qué habría pasado si no hubiera habido nadie en casa en ese momento y la perra hubiera estado sola -- y la verdad es que prefiero no saberlo. Cuando por fin la solté, aparte del dolor de garganta que debía tener, la pobre tenía una herida de unos diez centrímetros en toda la parte delantera del cuello: el collar le había apretado tanto que le había arrancado la piel de ese trozo.
Evidentemente, lo primero que hice fue quitarle el collar, y quitárselo también a Chico, y meter los dos en el cajón de las correas. A partir de ese momento, el collar de ahogo sólo para pasear.
Eso sí, si antes de eso alguien me hubiera dicho que podía pasar algo semejante, le habría dicho. "'amos anda, ¿engancharse el collar en ese minihuequito? Tú alucinas".
"Si a tu perro no le gusta una persona, probablemente a ti tampoco debería gustarte."
- emi
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yo no le pongo de esoso collares a Kodo .
de todos modos no los he encontrado para su tamaño.
ya sabes Monte no se lo dejes puesto ok
de todos modos no los he encontrado para su tamaño.
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NO ACEPTES LA ADMIRACION DE TU PERRO COMO CONCLUSION, EVIDENTE, DE Q ERES MARAVILLOSO
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