mi historia tiene que ve con el amor que mi padre le tuvo a esta raza y me heredó; en casa hubo dos boxers Mónica y Palomo, a la primera casi no la recuerdo, sólo sé que un día la mordí (y yo estoy intacta, lo que habla muy bien de la perra

), el otro murió siendo yo muy pequeña, pero lo recuerdo, se dejaba montar por cuatro escuincles terribles (incluida yo, claro) se dejaba hacer y deshacer sin protestar.
después hubo pastores alemanes, samoyedos, terriers e incluso una pekinés que fue sólo mía.
cuando empecé a vivir sola mi padre insistía en que debería tener un perro, específicamente un boxer para que me acompañara y cuidara.
así que cuando Manuel dijo: tengamos perro, yo pensé en un boxer, él un rottweiler. decidimos que buscaríamos una boxer y si en determinado tiempo no encontrábamos un ejemplar que me convenciera, empezaríamos la búsqueda del rot... llegó Cleo.
de repente me encuentro pensando en qué ejemplar incorporaría a mi vida y paso por muchas razas; inexplicablemente mi pensamiento aterriza siempre en un boxer, simplemente amo su carácter, esa especie de eterno cachorro, en un cuerpo enorme, cómo te saludan con todo el cuerpo y no sólo con la cola, su mirada intensa, en fin, descubrí por qué mi papá los quería tanto.